Buscando una función y una estética se elevan los rascacielos. Alojan cientos de personas por horas. Deben brindar facilidades a los que necesitan oficinas para desarrollar su actividad económica. No me veo inmerso en una búsqueda personal de este tipo, pero admito que si tuviera que tener una oficina la tendría en lo alto de una de estas frías torres de vidrio, acero y hormigón.
El viejo Montserrat se ve invadido de estas moles quitasol. San Telmo, gracias al lúcido y enérgico Arq. Peña, conserva mejor su sol. Una ley de conservación patrimonial impide remodelar fachadas de valor existentes o construir a una altura mayor de cuatro pisos excepto en avenidas, y allí se ven desastres. Esta Ley llegó tarde a Montserrat, una pena.
También llegaron los árboles a tapar las nobles fachadas. La modernización de Maipú es triste de ver. Faroles irrespetuosos, falta de cordón. Sin sobrepaso vehicular, cuando se detiene un taxi u otro vehículo, detiene la calle.
Fuimos buscando las alturas con nuestras construcciones urbanas. Crecemos en vano para arriba dejando estériles pisos bajos, sumidos en oscuridad.
Veo al sol que se va ocultando y noto que solamente se benefician los de los pisos de arriba con esa luz.
El último haz dorado y el barrio se verá tenue, hasta que la luminaria pública corte la oscuridad
El Cristo de la fachada extendiende el brazo derecho arengando, parece querer mostrarnos que necesita solamente el izquierdo para manejar su pesada cruz.
Y ya casi es de noche.
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