Me paré en la calzada a contemplar el cielo a través de esa ventana, otra vez.
Es San Telmo, mi barrio vecino. Tuve que salir a buscar algo por allá y así fué que hoy la ví de nuevo. Me dije que había que mostrarla antes de que desaparezca esta visión.
La noche del viernes salimos a cenar afuera en taxi (pronto habrá espacio para mis restaurantes favoritos de estos lares) y cuando volvíamos caminando de regreso a casa, mi esposa se detuvo por enésima vez frente a ella. La conocemos de antes.
El cielo estaba naranja, porque así se lo ve en el Centro cuando está encapotado, sumando el dominante naranja de la lámpara del alumbrado público hacían que se vea de una forma especial, no como en la foto que ilustra. Imaginenló. Llovizna pertinaz (es una frase que me gusta usar ahora) bailaba alrededor del farol aéreo y era vestida por el haz de luz para desnudarse, en milisegundos, en las sombras. Mi mujer disfrutó esta imagen y me dijo avisando: "Mirá. Las gotitas." Nos decimos mirá muchas veces. En realidad más yo que ella, mirá eso, mirá aquello! "Se ve el cielo", termina. Y si, es hermoso ver las cosas de esta manera aunque ya las conozcamos de antes. No puedo revelar el nombre de la calle. Preguntenlé a los dos chicos que van con la pelota. San Telmo no es grande y todo se puede encontrar caminando. Nosotros esa noche seguimos, con risas cómplices.
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